Sólo nacieron cosas grandes cuando
eran valientes los que se atrevian,
y si capaces de serlo cien veces
fueron, cien los golpearon y seguían.
Y la primera valentía humana,
la del fuego extraer, bendita sea,
la de quien roba la ignorada llama
y atributo legal la considera.
Como un dios, tiritando entre le nieve,
el premio recibió de su sagrado
trabajo: hasta hoy todos los valientes
llevan su sangre a chorros al costado.
Este mundo no se dejó en herencia
a estropajos que añoran el ayer:
el mejor hombre es el valiente y sólo
lo supera el que más valiente es.
Y el que quiere cambiar el mundo en torno
jamas cuida cobarde su pellejo:
como el dios fiel a su ancestral legado:
el robador del majestuoso Fuego.
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